Roland TR-909: Redefinición del House

Es innegable que la Roland TR-909 Rhythm Composer es una caja de ritmos que revolucionó la música. Sin embargo, su éxito fue con delay y se dio en un contexto muy particular. Pero hay que empezar por el principio.

Su lanzamiento se remonta a 1983, diseñada por Tadao Kikumoto, el mismo ingeniero japonés que un año antes había creado la Roland TB-303 Bass Line. Este sintetizador con secuenciador integrado, manufacturado por Roland en 1982 y 1983, tuvo un papel decisivo en la historia de la música electrónica contemporánea. Aunque fue un fracaso comercial en su momento, terminó siendo adoptado como bandera por DJs y músicos electrónicos de Chicago, en plena gestación del house, y más tarde definió el sonido del acid house gracias a temas como “Acid Tracks” de Phuture.

Con ese antecedente, Kikumoto se encargó del diseño de la TR-909. Pero al igual que la 303, fue un fracaso en ventas: apenas se produjeron 10.000 unidades antes de su discontinuación en 1985. No obstante, la máquina contaba con varias particularidades adelantadas para la época. Era híbrida, combinando sonidos analógicos —bombos, redoblantes, toms y clap— con samples digitales de 6 bits para los hi-hats, el crash y el ride. Su secuenciador de 16 pasos permitía programar patrones de manera sencilla, paso a paso o en vivo, y fue la primera caja de ritmos de Roland en incorporar MIDI, lo que facilitaba la sincronización con sintetizadores, secuenciadores y computadoras. También ofrecía 11 instrumentos con salidas individuales, además de salida estéreo y de trigger, y una memoria interna capaz de guardar hasta 96 patrones y 8 canciones. Su bombo, potente, redondo y configurable en ataque, tono y decay, se convirtió en seña de identidad; la caja sumaba un golpe metálico y agresivo, los hi-hats sampleados aportaban un aire digital lo-fi inconfundible, y junto con el clap seco, los toms analógicos y el crash y ride de carácter marcadamente ochentoso, la 909 se ganó una identidad sonora única y fácilmente reconocible.

¿Por qué fue un fracaso entonces? A comienzos de los 80, la tendencia estaba marcada por baterías electrónicas que imitaban el sonido de una batería acústica. Marcas como Linn (con la LinnDrum) o Sequential Circuits (con la DrumTraks) ofrecían samples de alta calidad, mientras que la 909 mezclaba síntesis analógica con samples digitales de baja resolución. Para dimensionar: un CD trabaja con 16 bits, mientras que la 909 tenía apenas 6. Para los músicos de rock y pop, sonaba demasiado artificial y poco convincente. Sumado a su precio de lanzamiento —unos 1.200 dólares— el público se inclinaba hacia opciones más “realistas” y con mayor prestigio.

La historia, sin embargo, le tenía reservada otra suerte. Tras su discontinuación, la 909 empezó a encontrarse barata en tiendas de segunda mano, lo que la convirtió en una herramienta accesible para productores jóvenes. Da la casualidad que esa maquina cayó en manos de una nueva escena que empezaba a gestarse en Chicago y Detroit a fines de los 80, y que explotaría globalmente en los 90 con el techno, el acid house y el trance. Sus samples de baja calidad, antes considerados una limitación, se transformó en virtud: le daba a la música de club una identidad distinta a la del rock y pop. Además, su función de shuffle (swing) aportaba un groove humano que hacía los patrones mucho más bailables. Asi mismo, el MIDI, que en los 80 había pasado desapercibido, se volvió esencial en los 90 para integrar distintos equipos de producción al permitir  sincronizarla con sintetizadores, secuenciadores y computadoras.

Hoy la TR-909 es venerada no solo por su sonido, sino por lo que simboliza: la chispa que encendió géneros enteros. Y para cerrar con un dato más bien subjetivo, en 1990 se publicó Mescalinum United – We Have Arrived. Todas las percusiones de esa canción fueron producidas con una 909, y está considerada como la primera producción de hardcore de la historia. Recomendación personal.